La lluvia acicaló las calles de
la ciudad, los insectos humanos se agolpan sobre la luz del transporte público,
la vida depende de subirse al primer vagón, al primer taxi, al primer trolebús,
el no pisar a nadie, el no dar o recibir un arrimón es ya solo un valor
agregado. La reunión de las diez para “planear la invasión de Polonia” no puede
esperar, no debe esperar, aun traigo la “Cabalgata de las Valquirias” retumbándome
en las muelas “por solo diez pesitos” mientras Wagner anuncia la llegada del
último funcionario.
“Godínez” para los cuates,
“prestador de servicios” para los no tan cuates y “el eslabón perdido en la
cadena gubernamental” para los evolucionistas del servicio público. La
cotidianidad es el mal café de las diez y media, no sé qué me deja peor sabor
de boca si el café o Laurita la recepcionista pues si no te alburea o te
maltrata psicológicamente, seas quién seas, te deja esperando para que te
registres. “Usté regístrese qué chingaos le cuesta y usté hágase a un lado
pinchi poli”. Después de la proeza de ingresar como si fuera la primera vez en
la historia del edificio, Uno se encuentra a los compañeros, tan bonitos y
sonrientes ellos, Andrés “Poca Luz” Juárez el contador, Pedro “Ligas” Hernández
el administrador, Arlette “La Roca” Ibáñez la secretaria del Lic. Iván “el
Pellizcos” Cortés quien es el encargado de recursos materiales y así, Caty
“Caboom” la abogada, Raúl “el arcoíris” nuestro
súper Asesor y para acabar de atascar el elevador, nada más y nada menos que la
Lic. Nadia “la Bigmac” Acosta de Difusión. Un leve paseo clandestino por las
redes sociales, otro café con los compañeros del piso y ahora sí a trabajar.
“Los campos de concentración (¿o
concertación?) los cuales quiere implementar la actual administración necesitan
un abordaje interinstitucional, los representantes de otras dependencias del
ayuntamiento se suman con reticencias al esfuerzo, lo que es de esperarse pues
el presupuesto para esta acción transversal y progresista ya está etiquetado
para otros ejercicios, situación que tensa un poco más la relación de los
ministros locales y por lo que es de vital importancia que esta reunión muestre
avances inmediatos”, escuché que le decía el Lic. Hugo “el mostacho” Sierra a alguien
que no conozco durante la “reunión paralela” en los baños de la oficina del
meritito Principal.
Es una realidad que los
funcionarios no debemos comprender la política actual de forma magistral, ni si
quiera debemos comprenderla, en mi caso por ejemplo fue mi compadre el que me
invitó a trabajar acá en la oficina y pues un dinerito no le cae mal a nadie,
pero lo mío es la bohemia con los cuates, he llegado a creer que puedo
dedicarme a tocar boleros afuera de la Polar y sin problemas saco lo mismo que
aquí pero sin tantas broncas de papeleo, acuses, sellos, correos, oficios,
notas informativas, rúbricas, copias, folios, dosieres, apostillados, etcétera,
etcétera y etcétera. Aunque ¡Hay futuro, hay futuro!
Ayer me compré el celular del
futuro, es una belleza y una herramienta que me ayudará a ser más productivo,
además con las mensualidades que daré seguro termino de pagarlo en unos tres
años o menos, de verdad soy bueno para las oportunidades. El “aipunk” no solo
tiene posicionamiento global, mensajes gratuitos y llamada en espera, también
tiene una carcasa de última generación, según el vendedor es una aleación de
caparazón de tortuga, titanio y hasta plutonio, solo que es un poco cancerígena
por lo que tengo que comprar una funda de plomo con acabados de nácar y si
quiero el casco anti radiación también lo venden. Como era de esperarse las
miradas están sobre mi nuevo juguetito, Adela de informática se quedó
estupefacta cuando lo vio, Mauricio de mantenimiento no dejaba de buscarle más
funciones y hasta Caty “Caboom” quería comprarse uno en ese momento, pa´l
tuiter. Lo cierto es que me va a salir en un ojo de la cara pero creo que si
Uno no trabaja para esos lujos entonces para qué.
Un conato de sismo nos sacó
temprano de la oficina, no dejaremos que nos reingresen al edificio sin un
dictamen escrito por el mismo Ministro de Protección Ciudadana aunque uno
firmado por Miguel “Evacuaciones” Rodríguez sería suficiente, pero la psicosis
y el nerviosismo que deja un evento como estos nos valieron para poder ir a
descansar temprano.
Aprovechando el fenómeno
natural más extenuante para los Chilangos aproveché e invité a comer nada más y
nada menos que a Andrea “Mantequilla” Urquidi, la mismísima secretaria de la
Ministra, la gente seguía nerviosa afuera de los edificios, todos intentaban llamar
a sus seres queridos para saber si estaban fuera de riesgo y adivinen quién
tenía el único celular del que salían llamadas. Después de dejar hacer llamadas
a medio ministerio se acercó Andrea y aun lloriqueando me pidió el móvil, dejé
que se explayara aunque a los quince minutos me ponía nervioso un tanto por la
cuenta que llegaría en la factura y otro tanto por la idea de invitarla a
comer. Accedió para comer conmigo, “algo cerca porque tengo que ir por Juanito
a la escuela”. Andrea era una cuarentona de muy “buenos bigotes” con la que
todo el mundo en la oficina quería salir, mínimo a comer, no había duda que mi
prestigio se iría a los cielos después de esa comidita.
Andrea y yo éramos viejos
conocidos, desde la administración del Lic. Ángel Miguel Lasos Olivar tuvimos
asuntos en común como aquel en el que casi todas las dependencias nos unimos
para mostrar rechazo cuando quisieron quitarle la inmunidad jurídica al Lic. Lasos por la construcción de una calle
en el traspatio de un empresario chiapaneco. En esos mismos años mostramos
nuestra convicción política cuando consideramos que los tres votos que le
faltaron para ganar al Lic. Lasos Olivar no eran para tanto. En esas épocas
también conocí al entonces esposo de Andrea, un empresario argentino que se
escapó con la sirvienta no sin antes meter a la cárcel a su contador y a su
administrador, Marlon Torquemada era su nombre, lo recuerdo como si fuera ayer
porque un día que salí de la oficina del zócalo se acercó a mí un payaso a
pedirme dinero y mientras sacaba yo algo de cambio Torquemada tropezó conmigo
tirando su portafolios al piso lo que provocó tal locura de sus guaruras que
hasta el payaso se llevó unos “soplamocos”, mientras yo me jugaba la vida con
el más “gorilón” la voz de Andrea surcó el pasillo del palacio, ¡déjenlo en
paz!, sus grandes ojos castaños se encendieron de indignación al ver tal
injusticia. Corrió de forma vertiginosa hacía mí. ¿Estás bien, te hicieron algo?
Era demasiada mi sofocación que no puede pronunciar palabra. La mayor
indignación fue que durante la “calentadita” el maldito payaso se llevó mi
cartera o tal vez fue Torquemada, nunca lo sabré.
Ya durante la administración del
Lic. Marciano Escobar, Andrea era soltera nuevamente pero para la mala suerte a
mi me habían mandado a la Dirección General de Asuntos Sin Importancia (la
DIGASI) asistiendo al prometedor Director Ejecutivo de Asuntos Sobrerresueltos (DEDASO)
un recién egresado del ITAN y que me dio una plaza eventual por la larga amistad
con su tía Francisca a quién en mis años de “secundario” le sacaba la basura
todos los domingos, esa “Pachita” me había conseguido una entrevista y la
experiencia hizo el resto. Andrea trabajaba en la oficina del Secretario
Exclusivo del mismísimo Principal, gran logro para alguien que solo terminara
la primaria, ya con el tiempo el mote de “la Mantequilla” lo diría todo, pero
en ese entonces su aire de “treintona dejada” creaba una atmosfera de sensualidad
que ni las mismas “adelitas” del cuerpo secreto de seguridad del Principal. Es
cierto que Andrea estaba pasadita de kilos, tal vez muy pasadita de kilos,
bueno, la verdad era una ballena, pero sus castaños ojos y el tic nervioso del
que te quiere comer a mordidas sonrojaban al más exigente. En una ocasión por
esas épocas coincidió que fui a dejar el acuse rubricado de un alcance foliado
y sellado con copia y anexos en sobre confidencial para el Principal y la
encontré, me pidió que la acompañara por una extraña carne de toro para su jefe.
“Pero nos vamos en metro porque ya sabes que los choferes nunca están cuando
alguien los necesita”. Claro que no tuve problema pues soy fiel y feliz usuario
del metro desde que nací. Ya en el trayecto me contó de sus relaciones fallidas
posteriores a Torquemada, las cuales no fueron dos, ni tres, esta mujer era una
máquina. Llegamos a Constituyentes y de ahí en “microbio” hasta Cuajimalpa, de
verdad esta ciudad no tiene comparación a veces te regala una tarde con una
persona especial, una tarde lluviosa en las colinas de Santa Fe pero te castiga
con los Ángeles Azules a todo volumen sin compasión.
Fuimos y regresamos de un
magnífico “tour Chilango” qué Turibús ni qué nada, la charla por las razones
logísticas mencionadas fue nula. Pocas veces, después de esa, nos volvimos a mirar
durante la administración, la mayoría solo de lejos.
El devenir del Servicio Público
nos unió nuevamente durante las elecciones, esta vez como supervisores de
casilla por parte del Partido de la Devolución Retrográdica. Llegaba yo a la
casilla con mi guajolota en una mano y con un champurrado hirviendo en la otra,
cuando bajo la lluvia se esbozó una tonadita coloquial del barrio:
Amor, amor, amor,
Amor, amor, amor,
Quiero que me vuelvan a mirar tus ojos…
Amor, amor, amor,
Quiero que me vuelvan a mirar tus ojos…
Se iluminaba la casilla en esa histórica calle de la “Cavernícola Oriental” con los primeros rayos del sol, sobre nosotros una amenazante nube cual iracundo pero derrotado Céfiro se alejaba al horizonte, a contraluz una silueta femenina cubierta por un improvisado paraguas rosa corría hacía nosotros los cuidadores de la democracia, los cancerberos de la República, “Si en una rosa estás tú… cómo te voy a olvidar…” Era Andrea con los delicados pasos de un cisne de Tchaikovski que se apresuraba a un encuentro con la historia, conmigo. No me reconoció de momento lo que aproveché para darle fin a mi refrigerio, la reminiscencia de la asfixia de aquella ocasión con su marido tuvo eco en la guajolota atorada a medio gañote que ni con un buen trago de petróleo hirviendo (mi atole) cedió. Me miró a unos pasos y ante la alarma del “respetable” esos ojos gitanos se volvieron a encender al verme, lo sé. Cuando regresé de la antesala de la muerte y pude articular palabra me acerqué a ella, el soundtrack de la vida nos trajo el surrealista tema de “Metrosexual” y ahí estábamos, frente a frente observando cómo se escribía la historia del país al unísono de la nuestra.
Me contó de sus divorcios, tres
contando a Torquemada, también de su actual pareja con la que llevaba viviendo
unos meses y de Tomás su “otro”, insisto que esa mujer es una máquina. Pasaban
las horas y terminamos bien “empiernados” en un hotel de Rojo Gómez, no vería a
“la Mantequilla” en años.
Solo para resumir los hechos
previos a esa comida el día del sismo; en la ciudad ganó el PDR como era de
esperarse, nuestro nuevo Principal era el Ing. Misael Manzur; como nuevo y flamante
Preciso de la República quedó Ernesto Pacheco Nato por el Partido Reaccionario
Interindividual. Los meneos en el gabinete no se hicieron esperar y mientras
las piezas de ese ajedrez que es la Administración Pública se movían, yo
regresé a la escuela, era menester para mí, si quería tener un futuro en la
política que debía terminar la secundaria, a la fecha ya solo debo Español, ahí
la llevo.
Mi ex jefe de la DEDASO se
colocó en el Ministerio de Reacciones Exteriores (MIRE) y gracias nuevamente a
la ahora difunta “Pachita” tuve mi entrevista, pero cuando concluía el trámite
y ya hasta cobrando, resolví no quedarme pues mis principios me lo impedían,
soy de izquierda “radical y contestataria”, además me pagaban menos de lo que
sacaba cantando afuera de televisa. Y ahí afuera de televisa fue que me
encontré con Paola “la Rigurosa” Sánchez y con la “Qué Monita” Solórzano está
última traía de padrino al mismo Ing. Moctezuma “Orejas” Cardenal otrora
Principal de la Ciudad; la “Rigurosa” fue Teniente Segunda de un batallón de
neonazis burgueses allá por la Cineteca. Nos tomamos un café y fuimos a sus
oficinas en el Ministerio ahí conocí al Exclusivo de la Ministra, después sería
mi compadre y que tenía sus “queveres” con la “Rigurosa” Sánchez, mi compadre
era sadomasoquista seguramente, acordamos una entrevista para que viera mi
perfil, diagnosticara mi curriculum, estableciera
parámetros y generara criterios, pero las prisas me colocaron en su equipo.
El teje y maneje político hizo
que hubiera cambios en todo, parecía que la vida y el destino se ensañaran con la
organización al interior del Ministerio, hasta que el Principal lanzó un ultimátum,
fue que llegó al edificio un equipo de expertos en transmisión y transfusión, de
inmediato, casi año y medio, diagnosticaron la hecatombe. En esa época Andrea
estaba fuera del país y nos escribíamos a menudo, yo le escribía las
vicisitudes del Ministerio sin mencionar nombres, cargos y menos especificando
de qué Ministerio se trataba, en ese entonces podían aplicar para cualquiera.
La administración y la Ciudad en general parecía Macondo en su peor momento
aunque también en el mejor.
“Andrea, te extraño como un
lactante extraña una campaña para que le den de comer, los días en esta región
no son transparentes sin tu presencia por lo menos en suelo nacional. Desde
aquel fatídico 2 de julio en que las encuestas de salida nos encontraron a
cuestas en plena salida del Rosso (Auto Hotel), de eso ya casi dos años que no
logro sacarte de mi mente, me enteré que estás por presentar la primaria en un
solo examen, quiero darte la noticia de que pasé Español y voy para diputado
(es un decir), en realidad quiero postularme en un futuro para senador. Tuyo
siempre, A”.
“Querido A., tú sabes que no
soy buena para las relaciones y menos a distancia, no quiero darte esperanzas,
también recuerdo aunque no a detalle nuestro encuentro en el Marqués ¿o fue en
el Condado? Lo importante es que te llevo en mi corazón, te comento que reprobé
el examen, yo sí quiero ser diputada, solo el tiempo lo dirá, por ahora estoy
muy descorazonada por culpa de la Administración Pública de la Ciudad, el Ing.
Manzur no da una y yo no quiero ser partícipe de algo así. Nunca tuya, Andrea.”
No podía ser más fatídico, pero
el lunes Andrea ya estaba trabajando en el Ministerio, la nueva flamante secre
de la Ministra. Para entonces Uno ya era, por su experiencia y confianza, Jefe
Adjunto de la Oficina de Asuntos Sin Importancia del Ministerio, con su debido
pellizco a mi sueldo, como primer acción tenía que presentarme corriendo a una
reunión para “evitar la extinción del marsupio chiapaneco”, reunión que fue
interrumpida por un conato de sismo, la música del gimnasio contiguo se trabó y
parecía alerta sísmica, había pasado una semana que Andrea estaba acá y no nos
atrevimos a hablarnos hasta que la invité a comer.
Consomé de pollo o Sopa de
codito, Arroz a la valenciana o Espagueti a los ocho quesos o Ensalada César
Augusto, Chile relleno de quesillo o Albóndigas Rusas o Moros con tranchete,
Agua de sabor y postre.
Si pudiéramos hacer un perfil
psicológico con base en la selección del menú en la fonda de al lado… ella me
amaría, si no que lo digan la Sopa, la Ensalada y las Albóndigas, pero la
charla no apoyó a la Tercer Escuela Vienesa, Andrea “Mantequilla” Urquidi ya
estaba embarrada en otro pan.
Mi decepción fue de
proporciones épicas, titánicas, no había oficio, folio, rúbrica, sello, acuse,
correo, nota informativa, copia, dosier, ni apostillado que sacara de mi mente
la sensación de morir ante los horribles acontecimientos de mi vida. Esa noche
llegué a casa y mientras cenaba preguntó mi suegra si me pasaba algo, mi
“gordis” también lo notó pero con una explicación digna del “Crecimiento
Económico del País” pasamos a otra cosa. Por meses evité el contacto, mi compadre
trataba de distraer mi mente, nuestra desorganizada dependencia tomaba formas
extrañas, nacieron departamentos dignos de un cuento, la “Coordinación de Seres
Inanimados”, la “Dirección Interna de Relaciones Personales”, el “Departamento
de Decoración de Interiores”, la “Oficina de Objetos (humanos y no humanos)
Olvidados”, entre otras, el personal fue y vino, nos dejaron: la “Bigmac”
Acosta, el “Poca Luz” Juárez y Caty “Caboom”, llegaron Teressa “Cizañas” Von
Gómez, Anahís “Azúcar” Medina y Osvaldo “el Lecter” Pérez, pero pues cada
chango a su mecate. Los días pasaron,
los sismos no terminaron y los meses se convirtieron en años, uno a uno incluyendo
a la Ministra abandonaron el ministerio, el Principal renunció dos años antes
de lo esperado ocupando su lugar el Ministro de Protección Ciudadana pues
aquello de los temblores le dio la fama.
Una noche mientras el zócalo se
iluminaba con el espectáculo de luces provenientes de varios helicópteros del ejército,
me esforcé por hacer un recuento de mi vida, no lo logré, la noche me llevó
caminando hasta la Roma. Cómo ha cambiado esta ciudad, en mis años mozos solía
correr por el jardín Alexander Pushkin hasta llegar a Frontera y de ahí todo el
camellón de Álvaro Obregón, si llevaba dinero me detenía por un raspado o una
nieve, los compañeros de la primaria se me adelantaban y los miraba con el
suéter rojo del uniforme amarrado en la cintura pensando en lo que serían de
grandes, no los volví a ver. A veces nos aventurábamos en ir hasta el parque
Río de Janeiro pero tiro por viaje nos bronqueábamos con los de la “Ignacio
Vallarta”. Álvaro Obregón mantiene su mística, caminar por Álvaro Obregón es
caminar por México, más de uno han guardado intacto su recuerdo, pero las cosas
nunca vuelven a ser las mismas, hoy soy viejo y el recuerdo de Andrea y del
Ministerio es un fantasma que vuelve recurrentemente en estas épocas.