Hace unos días me enfrasqué en una muy buena charla de cine y series con mis cuates, los que habíamos visto El Renacido coincidimos en que es buena película y que es muy diferente a las anteriores de González Iñárritu, eso nos llevó de alguna manera a Juego de tronos, al mundo de las series y del mainstream, en este tipo de charlas las frases como “es mala”, “esta bueno”, “no me gusta” son detonadoras de argumentaciones subjetivas y basadas en gustos personales que independientemente de la calidad son solo eso, gustos personales. Estas pláticas generalmente se ponen muy buenas.
El Renacido, la película es de
una capacidad directiva impresionante, las locaciones imposibles, la fotografía
grandilocuente y genial, el guión es débil como la historia, la actuación de DiCaprio
es madura y expresiva aunque con un papel débil y sin contrastes marcados que
le permitieran transitar por al amplio espectro de la actuación. Lejos de las
estrategias mediáticas en lo que se refiere al rodaje, que si le renunciaron
todos los de la producción, que si se morían de frío, que si DiCaprio quería
abandonar el proyecto, que si González Iñárritu quería mandar todo al diablo, independientemente
de todo eso, podemos ver una película bien hecha, con edición de sonido y de
video decentes muy profesionales, el casting de Francine Maisler (12 años esclavo, Birdman) es de calidad,
la dirección de arte es megalómana con Laurel Bergman (Godzilla, 2012, Tomorrowland); es por estos últimos elementos que
en solitario parecerían endebles y donde radica el genio del director, haciendo
del producto terminado una obra calificada para contender por varios premios de
la crítica.
De todo lo anterior cabe
destacar, por una parte, la actuación de Leonardo DiCaprio, quien sin duda ha
madurado la forma en la que se desarrolla frente a la cámara, con más de una treintena
de películas en su haber de todos los tipos y variantes de papeles, el buen Leo
ha acuñado un estilo propio y de calidad, nominado al Oscar desde su tercera
actuación en largometrajes este actor con eterna cara de niño es mundialmente
reconocido. Lo cierto es que para que Leo luzca y brille su capacidad actoral,
necesita un papel decente, un guión estructurado y un director genial,
combinaciones que le ayudan a sacar lo mejor de sí. Durante El Renacido, Leo muestra
la concentración excepcional que exige el personaje, la dureza de las escenas cubre
de alguna forma la falta de contrastes en las emociones y la monotonía de la
nieve con lo helado del entrono justifican lo permanentemente parco de su gesticulación,
sin duda merece su nominación, el Oscar no lo creo.
Fue tal vez ese contexto de
nieve y barbas largas lo que nos mandó, en la charla citada, a Juego de tronos; los presentes en su
mayoría (como otros 20 millones de personas) gustan de la serie a la que solo
le di veinte minutos de mi tiempo y no me atrapó, la última serie que recuerdo
haber seguido con devoción religiosa fue Viajeros
en el tiempo, por aquellos ayeres también daban Comando especial y Los años
maravillosos, todo en televisión abierta; sin duda un grave error que se
comete tanto en un coloquio internacional de crítica de artes visuales como en
una charla post-partido futbolero es soltar la frase “no me gusta”, cuantimás
si los presentes son asiduos espectadores de la serie que pertenece a la
gabacha Home Box Office con sede en New York City productores también de Los Sopranos y Sex and the city. La reticencia a rendirme a este tipo de series es una resistencia no tan consiente, como
diría Frederic Martel en Cultura
Mainstream, están diseñadas para gustar, para cautivar, para vender y
masificarse, situación que mi inconsciente en los niveles del Ello y del
Superyó está, con seguridad, blindado por conductas y hábitos adquiridos en el
nivel del Yo, lo que traducido sería: me atasqué mucho y ya no cabe más.
Para dilucidar el verbo Gustar en una charla debemos traspasar
la semántica y asumir códigos comunes de los cuales durante la argumentación
pueden jugar en contra por lo que hay que ponerse abusados, aquí es en donde
entra lo “bueno y lo malo”, conceptos subjetivos y a interpretación pero que
con una previa homologación de términos pueden quedar sujetos a comentarios
desde la perspectiva personal, lo cual por supuesto que se vale. Juego de tronos no solo no me gustó,
creo que es mala; la oración anterior es completamente subjetiva pero no por
eso menos válida. Creo que juego de tronos trata de emular a El Señor de los
Anillos, situación que se puede comprobar cuando George R. R. Martin, creador y
guionista de la serie, ha declarado que Tolkien y su historia son su gran
influencia; además hablamos de una serie con todo el corte de súper producción pero
con la trama de una telenovela latinoamericana, es precisamente ese elemento el
que no me gusta en lo personal, la serie es televisiva, recurrente, con
temporadas a las que la audiencia accede no solo en tiempo real sino aun
después en línea o formatos caseros de reproducción digital, soy de una
generación en la que este tipo de series “telenovelezcas” no eran bien vistas
ni por Giovanni Sartori quien en su Homo Videns
asegura que la Televisión anula la imaginación de los espectadores y que la
programación contribuye y va dirigida a los intereses de los empresarios dueños
de las televisoras y casas productoras, más que para contribuir al arte
universal.
Ahí aparece el meollo de este asunto,
el arte, así como en El Renacido podemos ver una historia que ya gustaba a los
gabachos desde que salió publicada la novela escrita por un tecnócrata al
servicio del gobierno de Washington, así también podemos observar no solo en Juego de tronos sino en prácticamente todas
las series de origen estadounidense: su fin no es contribuir al arte, es
agrandar las cuentas de banco de los implicados desde el escritor hasta los
actores, para no ser tan inquisitivo debo conceder que esto solo es una
generalidad y un perspectiva personal pero a principios del siglo veinte hablando
de arte y cine Ricciotto Canudo en su Manifiesto
de las Siete Bellas Artes levanta al cine para divinizarlo junto a las
artes clásicas, calificando a la cinematografía como plásticas en movimiento, hoy por hoy el cine es el séptimo arte. Sin
buscar el denostar en su totalidad a Juego
de tronos y otras series también debo conceder dos puntos más, uno es que
solo he visto la serie durante veinte minutos y el otro es que existen
elementos artísticos en la serie, eso sin duda, pero la condición señalada no
queda exigua ante ello. Juego de tronos
es a El Señor de los Anillos lo que Crepúsculo a Drácula.
Hugh Glass es atacado
por un oso mientras él y su expedición huyen de los pieles rojas durante el
invierno, sus compañero sufren para trasladarlo herido por lo que lo dejan a su
suerte, antes de dejarlo otro miembro de su expedición mata a su hijo mestizo
frente a él, Glass logra sobreponerse, sobrevivir y continuar su camino hasta
obtener venganza. Durante su camino, encuentra a otro piel roja que le ayuda a
no morir y del que, cuando este muere, toma un caballo para reducir distancia, en
el camino de forma circunstancial libera a una india de manos de sus
violadores, situación que en un momento clave le permitirá concretar su
venganza. El guión gira alrededor del protagonista y esto Leo lo capitaliza muy
bien.
Lo bueno, el esfuerzo de
creadores (escritores, directores, fotógrafos, etc.) a realizar arte, independientemente
de sus motivaciones intrínsecas. La actuación de Leo DiCaprio que es sin lugar
a dudas un buen actor y uno de los más reconocidos en el mundo del cine.
Lo malo, el pretender que un
producto guste por el hecho de que debe gustar. Las series son diferentes al cine
y no por contener elementos similares cambia esta situación, la televisión
queda relegada a su situación histórica.
Lo mainstream todo lo anterior, esto según Vargas Llosa en la apología
que hace a Gilles Lipovestky en La
civilización del espectáculo y donde explica: lo que desde su gestación no
es creado para cultivar y alimentar el alma, se convierte en un mero
espectáculo para entretener, lo cual per
se, no está del todo mal.
Al final de la charla en
mención, de darle y quitarle el Oscar a DiCaprio, entre muchas otras cosas, no
logramos ponernos de acuerdo, en gustos se rompen géneros, dicen, de lo que sí estoy
seguro es de que cada quien tiene derecho a ver lo que le plazca, a que le
guste lo que le plazca, pero no a juzgar algo que no ha visto, le daré un par
de capítulos a Juego de tronos, leeré
Crepúsculo y estaré preparado para
emitir mi juicio.