miércoles, 19 de febrero de 2020

Drácula y por qué los zombis son vampiros de segunda





Los vampiros son los seres fantásticos más grandiosos inventados por la mente humana para el deleite literario, cinematográfico y anexos. Los hombres lobo, los seres reanimados por electricidad, los seres de ultratumba y demás tendrán su oportunidad en otra ocasión, se cuecen aparte. Los vampiros son elegantes, cultos, poderosos, con una maldad genuina basada en el instinto de supervivencia más básico, el hambre.

A 25 años del éxito novelesco Drácula del autor Bram Stoker, la película alemana Nosferatu se convirtió en el primer gran referente de culto de este connotado vampiro, en la cinematografía mundial. Pero primero hablemos de la obra maestra de Stoker, independientemente de sus fuentes históricas o inspiradoras, Drácula es una novela fenomenal, con un interesante ritmo y exquisito gusto narrativo en forma epistolar. La construcción de sus personajes y el entretejido de sus historias son calmados y detallistas, pero a la vez efusivos e intempestuosos.


En el libro, el abogado Jonathan Harker es un emisario de su firma inglesa de abogados para acudir al llamado de uno de sus clientes que vive en Transilvania en medio de los montes Cárpatos y que está interesado en comprar propiedades en Inglaterra. El cliente es un viejo conde que resulta ser un vampiro chupasangre, pero de la más alta alcurnia. Los personajes ingresan al relato según la necesidad narrativa, Mina Murray, la prometida de Harker, Lucy amiga de la novia y botana del vampiro con su séquito de pretendientes y Abraham Van Helsing el erudito cazavampiros que complementa el comando anti Drácula.


Quienes han visto o sabido de la historia de Drácula, saben que las cosas se complican para el vampiro de origen noble que termina mal y de malas, pero narrado de forma magistral en la novela de Stoker. La tradición vampiresca nos enseña que un vampiro es un ser no muerto, un término tan ambiguo y churrigueresco, que a más de cien años de haber sido acuñado sigue causando una risita sarcástica a 9 de cada 10 personas que lo escuchan, en fin, este ser no muerto (je, je, je), le gusta chupar sangre, dicho de otra forma es un ser hematófago, se alimenta de la sangre de personas vivas y de las que pareciera preferir conocer previamente y haber entablado una relación de poder sobre éstas. Caso contrario de otros no vivos (je, je, je), los zombis, estos personajes de ficción (no diría fantásticos) son estúpidos, lentos y se alimentan de la carne de cualquier persona que encuentren a su paso, sin un rasgo de maldad voluntaria y aspiración de conquistar al mundo. Aun con todo esto, lo que hermana a estos dos seres de la mitología moderna, es el hambre. Las series de zombis hoy en día son las telenovelas del mundo, idilios o guerras adornadas por hordas de seres lentos e irracionales, los romances y dramas de siempre pero con un bonito (en este caso horrible) fondo de babeantes seres no muertos (je, je, je). Pero en ese oscuro mundo de series de zombies, llega Drácula.

Drácula, es una serie reciente de la BBC y Netflix, es una chulada. De los creadores de Sherlock, serie que llevó a los cuernos de la luna a Benedict Cumberbatch, la nueva aparición del ilustre vampiro es notable gracias a Mark Gatiss y Steven Moffat quienes muestran nuevamente su gran entendimiento de las adaptaciones y nuevas fórmulas narrativas audiovisuales, entendimiento puesto de manifiesto en los tres capítulos de la primera temporada, esperamos que sean varias. El personaje conde Drácula no varía mucho del de la novela de Stoker, es un noble chupasangre ávido de nuevos horizontes, el toque especial de este Drácula es la obsesiva y mística habilidad de conocer y de alguna forma extraer el alma de las personas drenadas. Para no revelar tanto, solo mencionaré que quienes hayan leído la novela serán atrapados en el minuto uno y su cabeza volará en vertiginosos vuelcos narrativos que darán pauta a aprovechar esa vieja predisposición al terror que nos llevó a leer tan ilustre y desafortunadamente choteada novela. La ambientación es inmejorable, nuestros ojos serán consentidos de un impecable diseño de arte y de muy bien logrados efectos especiales, mismos que son explotados de formas muy originales y adecuadas para la historia que se quiere contar, con su debido toque de homenaje a los antiguos efectos de principios de la industria. Lo sonoro también se lleva una estrellita, algunos nostálgicos seguidores del vampiro transilvano reconocerán un homenaje musical al filme de Francis Ford Coppola, por cierto mi película favorita del tema. Otro elemento notable es la excelente actuación del, más que bien parecido, Claes Bang, quien muestra un excepcional dominio del arte dramático y técnica histriónica.


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Las referencias a otros tratamientos visuales son varias en esta nueva serie, las naturales semejanzas en el guión a la novela son sublimes, pues los personajes, situaciones y líneas adquieren fortaleza en la magistral adaptación. En esta serie se cuelan un par de zombis, pero hasta eso hacen bien, pues la fórmula esnobista de los ingleses nos recordó que Sherlock es un genio petulante y pretencioso, pero sin duda exquisito, así el conde Drácula y su némesis Van Helsing en sus interminables diálogos. Concluyendo creo que, como Sherlock, ésta no será una serie para todos, pero los que logren disfrutarla no serán decepcionados. Prepárense para más de cuatro horas de un terror inteligente y fuera de los convencionalismos aburridos de los últimos tiempos.