Por alguna extraña alineación de
los astros, por alguna rara formación autodidáctica, por pertenecer a una
generación “X” o incluso por haber comido puro chocorol cuando chiquillo, no
soy adepto de celebrar a la usanza coloquial los aniversarios llámense
cumpleaños, centenarios, luctuosos, memoriales y todo lo amplio de un etcétera.
Soy más bien de autoanálisis, de autocrítica, de reflexión y de personalizar cualquier
acción o actividad de encomiar a la “festejada” o “festejado” sea una persona,
un evento histórico o una institución.
Todos
los años son diferentes, nadie vive lo mismo que el anterior, entonces ¿porqué
celebrar igual todos los aniversarios? Incluso algo más profundo ¿porqué
celebrar? No tengo la respuesta, más bien una propuesta que más adelante
comentaré. Por lo pronto y a manera de mensaje a mi amada esposa lo siguiente:
Estos
siete años han sido maravillosos, los mejores siete años de mí existencia en
esta vida, el transcurrir del tiempo a tu lado nos ha fortalecido en lo
individual, has sido la mejor esposa, la mejor madre, la mejor mujer, la más
paciente, la más impactante, la más amable, tú significas el pilar más fuerte
de nuestra familia y nuestras hijas no pueden tener mejor ejemplo de esfuerzo y
empuje que el tuyo, nuestras madres no pueden tener mejor hija natural y
adoptiva (nuera) que tú, mi hermana no puede tener mejor hermana adoptiva que
tú, eres asombrosa, extraordinaria y hermosa, las personas que trabajan contigo
son afortunadas de tenerte y esta misma ciudad no sería la misma sin ti,
nuestro país y nuestro mundo no sería lo mismo si tú no estuvieras en él; te
amo y te ruego que nos permitas a tú familia, a los habitantes de esta tierra,
a los seres celestiales, a las generaciones previas y venideras, seguir
contando con un ser humano tan bello que aporta para hacer de este trajinar más
llevadero, permítenos seguir reflejando en tus ojos nuestras caras amorosas, sigue
disponiendo siempre tus brazos para descansar en ellos y encontrar alivio en lo
cálido de tus caricias. También te bendigo amada esposa, agradezco a nuestro sabio
Dios por ponerte en mi camino y por iluminarte para que tu brillo nos sea
consuelo y fuerza en la construcción de esta familia que te debe todo.
Deberíamos
esforzarnos más en celebrar a nuestros seres queridos, dejar las flores para
diario o una vez al mes, poner atención en las transformaciones y cambios que
ha sufrido la persona y con base en ello personalizarle un momento del día a
celebrar, no solo mandar a hacer un pastel con el personaje en turno o de moda,
los regalos caros casi siempre obedecen a una necesidad y la mayoría de las
veces los íbamos a adquirir de todas formas, porqué no plantar un árbol y hacer
un día de campo junto a él, porqué no comprar un juego de mesa según su
personalidad y darle hasta la noche, cenas y comidas pueden ser un aderezo no
el centro de la celebración, porqué no aprender a hacer cerveza artesanal y ese
día regalarle una con etiqueta personalizada, no solo con su nombre o foto,
porqué no asistir a algún museo con una exposición adecuada al momento, también
podríamos aprender a tejer y hacerle alguna funda para su nueva sala, compu o
qué sé yo, hay miles de posibilidades incluyendo el no celebrar, podríamos
sentarnos en la sala y platicar, charlar, reír, llorar mientras cae la
madrugada agradeciendo la existencia del ser querido y nada más. Pero es más fácil
cumplir con el requisito social de los globos, el pastel, las velitas, las
mañanitas y pensar “que buena persona soy yo al celebrarle a alguien más” y si
no hubo los suficientes recursos para hacerlo sentir “qué mala persona soy por
no tener para celebrarle”. No queridos lectores, rompamos el paradigma y
ponderemos lo importante, la persona, las relaciones, lo afectivo, todo lo
demás es pura demagogia.
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