martes, 31 de marzo de 2015

Güeros, el retorno a las raíces y a las fórmulas exitosas.




     
Es sabido por mis amigos, conocidos, familiares y colegas, que no soy adepto de ver cine mexicano en salas, la verdad esto no es solo por cuestiones ideológicas, sino también porque me enoja invertir dinero y tiempo en producciones en las que su mayor virtud es parecerse a la telenovela en boga, sé que no aplica para todas las pelis hechas acá, pero para qué echarse un volado, así es que sigo siendo un escéptico enérgico del cine hecho en México y mejor espero a escuchar alguna buena crítica y a verla en línea.

     Como he comentado en reseñas anteriores aun no cohesionamos, y no hay por qué hacerlo, un cine mexicano, no existe, no lo hay, con muchos esfuerzos los directores que se quedan en estos terruños mexas alcanzan a encontrar su voz, su estilo, pero la mayoría se queda en solo un esfuerzo y eso tampoco está mal. Dejaré esto para pasar a aquello, a Güeros, esa película que vale la pena ver.



     Uno se entera, en está gran urbe, de todo, que si “Esto es Mozart”, que si el “EuroJazz”, que el Festival del Centro Histórico, etc., pero a pesar de que ya había oído hablar de la película que menciona la huelga de la UNAM (primer prejuicio creado en mi cabeza), después de que estaba filmada en blanco y negro (segundo prejuicio), por lo que no le mostré mayor interés. A principios de marzo estando yo en la hermosa ciudad de Mérida un amigo me recomendó ver Güeros, sustentó muy bien su recomendación y la acompañó de una muy interesante reseña que él hizo de la misma peli. Accedí y puse en mi cabeza que a la primera oportunidad la miraría. Así fue.


     Fue grata mi sorpresa al encontrarme con una película de autor, es decir, con una película en la que se sabe y se identifica que hay una estructura previamente establecidas pero que también se alcanzan a ver las improntas a lo largo de las escenas, improntas que salen de la cabeza de un director concentrado y que sabe tejer fino en el momento, los recursos visuales no son nada del otro mundo pero Alonso los ha sabido realizar y meter de una forma sobresaliente, son muchos, variados y bien ejecutados, en lo personal me recordaron a Luis Buñuel, a Miguel M. Delgado, a Ismael Rodríguez, seguramente Alonso se ha provisto del cine de estos autores para darle forma a alguna de sus secuencias, el guión tiene su gracia, se tiene la sensación de que por lo limitado de la historia de repente se crean huecos incómodos, pero en general bien, las actuaciones nuevamente tienen sus altibajos, Tenoch Huerta es sumamente buen actor, solo que tiene sus momentos mejores que otros, Ilse Salas podría ser la futura Dolores del Río llevándose de calle a las muy manoseadas actrices actuales, la actriz de ojos grandes y expresivos es realmente buena solo que el personaje que le tocó en Güeros no le da para sobresalir. Desafortunadamente otra vez, como producción mexicana, adolece de esa perfecta sonorización, se notan los énfasis que el director quiso pero en general el montaje del sonido incluyendo la banda sonora es mejorable, muy mejorable, la fotografía es a mi parecer genial pues está puesta de manera impecable en el momento adecuado, la infame Ciudad de México es de una belleza extraña pero muy estética, su miseria también es estética.

     Creo que Alonso Ruizpalacios, director de Güeros, es lo que románticamente llaman una “promesa” del cine hecho en México (no cine mexicano), creo que por esa razón debe cuidarse mucho de la seducción de lo comercial, Alonso tiene un ojo muy hábil, muy sensible para hacer cine, en esta su ópera prima ha dejado claro que con más tiempo y más presupuesto haría maravillas, ojalá que así sea y no, no me estoy volviendo viejo, ni estoy extrasensible por los momentos que atraviesa mi México, es solo que este chavo ha hecho un buena película y yo quiero recomendarla ampliamente.

    Güeros es una historia dentro de un México atemporal y anacrónico de fin de siglo, su tema es la huida, la huida mental y la geográfica, la huida urbana y la huida emocional. Tomás es un adolecente conflictivo que termina en la Ciudad de México con su hermano el “Sombra” y un cuate que vive con él, llega para complementar la monotonía que otorga la juventud sin rumbo, dentro del devenir en un departamento sin luz se topan con la posibilidad de contactar a un otrora cantante del cual tienen un casete que al ponerlo en un walkman la película se vuelve casi muda, dicho gusto por el cantante es una herencia de su padre; dentro de esa no tan ferviente búsqueda caen entre otros lugares de la ciudad, como Tepito, el Centro, Viaducto, en Ciudad Universitaria que por cierto se encuentra en huelga, definitivamente por los aportes visuales la huelga a la que hace mayor referencia es la de 1999, pero podría ser cualquiera, la huelga es un tema tan fuerte y arraigado que casi se roba la película, pero ahí aparece Ana y sus grandes ojos, quien se da a entender que fue “algo” del Sombra en algún pasado no muy remoto, en la permanente huida y después de pasar por Chapultepec llegan fortuitamente a una cantina en Texcoco donde encuentran al cantante, de regreso a la ciudad se topan con una manifestación en Juárez (Centro) y después de un beso entre Ana y el Sombra, por cierto visualmente muy bien hecho, ella huye hacía la manifestación y él huye tras ella.


     Estuve el viernes pasado en una proyección de Güeros en la Cineteca con la presencia de Alonso el director, dentro de las preguntas y respuestas pude observar al creador en la etapa en la que al espectador le toca hacer suya la película y a él gozar con esas emociones y estados mentales provocados por su obra. Se agradece una película sincera, luminosa y bien lograda, esperemos que Alonso Ruizpalacios se tome su tiempo para leer todas la críticas, principalmente las negativas, para obtener retroalimentación y que su siguiente obra sea impecable.


Acá el trailer:





y la cartelera pa´ saber dónde:




martes, 3 de marzo de 2015

Whiplash, ¿aceleras o arrastras?



Hace unos días platicaba con unos amigos acerca de las situaciones que se pueden presentar entre las groserías y los groseros, alguien aseveró que nada justifica ser grosero y que en ningún caso se pueden aceptar las groserías, me costó un poco aceptar tal sentencia más bien por cuestiones semánticas, grosería, grosero, son más que palabras, son conceptos más complejos y dignos de analizar, para concluir con el tema en aquella tertulia tan plural, cabe señalar que estoy de acuerdo con la aseveración en comento, solo puntualicé que existen personas las cuales por su estilo de hablar, de gesticular y su actitud en general sin llegar a ser groseros pueden generar en los interlocutores cierta reticencia, pero que sin duda es en estos interlocutores en sus dinámicas mentales y de personalidad, cuando se asume que alguien ha sido grosero con ellos, en algunos casos sin que esto sea real. Es un proceso de comunicación tan accidentado e influido por agentes externos que los malos entendidos proliferan y las relaciones se quiebran fácilmente. Dejemos esto.

   Obsesión por la excelencia es la premisa de Whiplash, los métodos se justifican en el objetivo; existen historias, ya sean películas u obras literarias, que tienen como intención buscar dentro del ser humano la bondad, el amor, la virtud en general y exaltar esas características con tendencias moralinas y con formulas éticas socialmente correctas, Whiplash no es ninguna de estas. Al único estilo militar de gritos, insultos e intimidaciones la película muestra la obsesión activa de un maestro de Jazz (qué mayor obsesión puede existir) por lograr la perfección en la ejecución y muestra también la obsesión pasiva de un músico baterista que recibe las embestidas del maestro en el afán de ejecutar con perfección.

   El ritmo vertiginoso de Whiplash es un recurso cinematográfico que pocos pueden domar, es como un caballo salvaje de chula melena o como un ejercito alejandrino en una batalla clásica. La película ha sido nominada y ganadora de innumerables premios alrededor del mundo, criticada positiva y negativamente, la virtud es que no pasa desapercibida, tan es así que se llevó tres estatuillas Óscar, mejor sonido, mejor montaje y mejor actor de reparto, es además una buena historia llena de diálogos precisos en el momento adecuado, aunque su principal guión es la música, ¡ah, bendita música! Las actuaciones no son medianas, actuar de baterista y que te salga bien es un acierto por sí solo, ni qué decir de J.K. Simmons, nació para el papel. El sonido es excelentemente acabado, la fotografía sin énfasis es decente y la dirección cinematográfica con tomas exactas aporta el elemento de genialidad.

   Un estudiante de música, baterista, es elegido para formar parte en la Banda del conservatorio donde estudia, desde el primer encuentro con el maestro y director de la Banda es asediado, vituperado y presionado por este, solo que interioriza diferente esa forma de ser tratado y lo canaliza a mejorar su ejecución del instrumento, situación que lo lleva a generar su propia obsesión con la música. El maestro encuentra un sinfín de maneras en las cuales presionar a su alumno, desde "picarlo" con otro baterista, hasta amenazar con separarlo de la banda, gritar e insultar es cotidiano. Un accidente de auto, muy bien logrado por cierto, llega a aclarar la situación de violencia en la que está metido el chamaco y decide ponerle fin por lo menos momentáneamente, lo expulsan de conservatorio por agredir al maestro y en un acto de vendetta aporta información para que este también sea expulsado. El destino los une en un bar en donde el maestro toca el piano acompañando al ensamble de casa, se toman unas copas e invita a su exalumno a tocar con una banda que armó y que entrará a un concurso. El final es épico y de proporciones legendarias.

   La violencia deja de ser negativa en cuanto no atente contra nuestra integridad física y psicológica, generalmente nos gusta maquillarla con palabras como revolución o ajustes, la obsesión y la violencia son elementos que Whiplash utiliza para regalarnos la perfección y la virtud, esto queda patente en, no puedo dejar de mencionarlo, una frase que le hace el maestro a los miembros de la banda antes de tocar en un concurso, palabras más palabras menos: — Los jueces vienen a ver a los mejores músicos de Nueva York o lo que es lo mismo, a los mejores músicos del mundo, toquen como tales y no como niñitas asustadas —. Esperemos que el director de tan grande película, Damien Chazelle, vuelva pronto con otra obra de estas proporciones.