martes, 24 de febrero de 2015

Birdman o la inesperada inspiración del señor González


La nostalgia de glorias pasadas, de repente, se yergue como algún estimulo, como un incentivo o, de plano, como un demonio que atormenta. Birdman es más que eso pero no deja de reventar en la cara del cine mexicano esa reminiscencia de la época en la que se hacía buen cine en el Ombligo de la Luna y por la cual, según el grado de esquizofrenia, sigue siendo un referente muy fuerte para volver a catalogar al cine de nuestro país en su conjunto como Cine Mexicano.

                Primero sería bueno hablar de la magnífica película que Alejandro G. Iñárritu ha logrado, de ese esplendido filme del cineasta chilango otrora locutor de radio, con el que conquistó la cumbre más grande de la cinematografía occidental. La película es impecable en sus elementos, yo en lo particular siempre agradezco y pondero la edición de sonido y la banda sonora que ambas en este caso se volaron la barda, el guión es elocuente sin ser genial, la fotografía es de la calidad ya acostumbrada por Lubeski, pero el acento, la gran cohesión de todos esos elementos creo que se da en las actuaciones, no hubo uno mejor, sí con más tiempo ante la cámara pero la intensidad de las actuaciones le imprimió a la peli una atmosfera de virtuosismo que se aprecia de principio a fin. El tema tiene la fuerza que solo puede tener una emoción humana, el miedo; ese miedo que nos hace sobrevivir en los momentos más potentes. Birdman es la historia de un hombre con miedo, es una historia impecable, sincera y virtuosamente contada y es la mejor película en un año que para los mexicanos es el peor año de nuestra película.

                Ahora, en cuanto a Alejandro, Amores Perros ya lo perfilaba como un grande de la dirección, 21 gramos refrendaba esa premisa, pero Babel y Biutiful nos mostraron a un bullente creador en espera de una idea con la que pudiera explotar, la obtuvo, la obtuvo lejos de casa, en Birdman por más esfuerzos que hizo, el sonidito de los tamales oaxaqueños entre otros, lo mexicano está ausente, por más que la fotografía y otros elementos omnipresentes tuvieran la mano creadora de un mexicano, no muestran la mexicanidad y qué bueno. El señor González está ya acostumbrado a los premios, cantidad y calidad de premios se ha llevado alrededor del mundo, merecidos por su enorme talento, dirigir una película es de complejidades estratosféricas.


                Un actor famoso por haber hecho el papel de Birdman, mi superhéroe favorito de antaño, está preparando una puesta en escena mientras es atormentado por su alter ego enmascarado, con metáforas de súper-poderes y súper-alucines la historia transcurre dentro de un teatro de Brodway en el que nuestro protagonista también dirige la obra, después de deshacerse de un mal actor se integra al equipo uno nuevo que pone de cabeza todo pero quien logra despertar de su letargo a Riggan, nuestro Birdman. Las relaciones personales al interior de esquipo que incluye parejas sentimentales, ex esposas, e hijas, se viven de manera muy intensa en las que Riggan debe mantener la calma para no sucumbir ante el miedo al fracaso; sucumbe, despavorido agarra una parranda, vuela, camina desnudo por Times Square, se dispara en la nariz en pleno estreno, en fin. Aunque el guión pareciera un circunloquio, el vigor con el que se enmarca la historia principal logra matizar y complementarlo.


                No conforme con lograr la realización de una de las mejores películas de principios de siglo, el señor González, ese chilango prieto y pretensioso, se tomó la osadía de dedicarnos el premio a los mexicanos que seguimos en el país, dedicación con su debida crítica al muy maleta actual gobierno. ¡Cuán desgraciado es ser parte de ese pueblo en desgracia! Y ¡Qué dichoso debe ser el ganar un premio y acordarse de sus desgraciados paisanos! Por qué no brindar el premio a su mujer y a dormir. No, a este genio de la cinematografía se le antojó levantar ámpula y ojalá eso haya sido un reto para que todos los González, prietos y pretenciosos de la ciudad y del país no nos dejemos amedrentar por la mediocridad que se levanta omnipotente y que la sombra de sus alas aun nos cubre como mexicanos.