Un rombo
dibujado en el piso lleno de canicas, un charco lleno de ajolotes en la milpa
del abuelo y una comida llena de quelites y quintoniles, esas eran las facetas
de mis vacaciones de verano, cuando niño. Eso, además de las aventuras que
implica ser un cachorro urbano en la ruralidad de fines de siglo, se alargaba
hasta dos meses completos en aquellas épocas.
Aburrido, pero
de ninguna manera. Siempre eran experiencias nuevas, desde transportase en un
carrito de mulas, hundir los pies desnudos en el barro lodoso, montar a un mega
cerdo de cuatrocientos kilos y terminar siempre con aspecto de cavernícola. El
tiempo pasa, los niños crecen, las vacaciones se acortan y los charcos se
secan.
Para estas
agonizantes vacaciones de verano de mis hijas, no pudimos concretar una salida
de esta exacerbada pero hermosa Ciudad de México, aun mantengo familia en las
ruralidades cercanas a Toluca pero la provincia en sus afanes modernizadores ya
no es lo mismo que antes. En la búsqueda de actividades nos encontramos con el
ciclo de ópera para niños La ópera es
puro cuento… y el ballet también de la cual en lo personal no esperaba
mucho, pensé que nos enfrentaríamos a intentos lúdicos de acercamiento a las
artes, pueriles, pero no fue así, la primera puesta en escena fue El retablo de Maese Pedro, obra musical
para títeres de Manuel de Falla, la cual está adaptada y dirigida para niños, y
sus papás, no solo es entretenida, también es de una calidad impecable, la
escenografía e iluminación son buenas, la musicalización de gran calidad y el
talento en el escenario fue permanente. Pensé que habría un momento durante los
setenta minutos en el que mis hijas mostrarían algún aburrimiento, no fue así,
esa hora y diez minutos pasó volando, logrando divertirnos y proporcionándoles
a mis hijas una experiencia única y por lo visto también fue la primera vez que
muchos de los adultos presentes accedían a un espectáculo cultural de esta
índole.
Ese mismo día
compramos los boletos para los siguientes títulos operísticos y para el ballet
de cierre. Presentarían El doctor Milagro
de Georges Bizet; La flauta mágica… según
Papageno, adaptación de la ópera de W.A. Mozart; Las aventuras de Pinocchio, ópera basada en la novela de Carlo
Collodi y el espectáculo para ballet Cri-Crí,
escogimos a Mozart y a Cri-Crí.
Algunas arias de
La flauta… son muy socorridas en
casa, como La reina de la noche y el dúo de Papageno y Papagena, eso y la
calidad observada en la ocasión anterior nos tenía en expectativa y el día de
la presentación al filo de la butaca. A la luz del tiempo transcurrido desde mi
niñez recuerdo haber asistido a los espectáculos de moda, al circo por ejemplo,
el Atayde y el de los Fuentes Gasca, al famoso Disney On Ice, a Reino Aventura para
mirar a Keiko, los cuales me emocionaron y se impregnaron en mis recuerdos, en
fin, en esta ocasión le tocaba a mis hijas y Papageno comenzaba a narrar la
historia y la piel ya estaba erizada, de los ciento cincuenta minutos que dura la obra original fue inteligentemente
condensada a la mitad ponderando el amor, la valentía y la victoria; el talento
de los músicos y de los cantantes hizo gala en el escenario, el disfrute de una
de las mejores obras de Mozart, en vivo, fue de las mejores experiencias que da
la vida. Salimos del Teatro de las Artes en el CENART, todavía tarareando y
marcados por la música del genio de Salzburgo.
El domingo
pasado tocó ballet, mis pequeñas están ampliamente familiarizadas con el género
por lo que la emoción fue intensa, la música de Cri-Crí siempre será un
referente para la infancia de los chilangos que disfrutaron de veintisiete años
ininterrumpidos de su programa de radio, además los arreglos para convertirlo a
ballet corrieron a cargo del legendario
Eugenio Toussaint, la coreografía fue a cargo de José Luis González y
ejecutada por la Compañía Nacional de Danza del INBA, con un vestuario más bien
moderno y liberal los bailarines brincaban y revoloteaban por todo el escenario
al compas de El ratón vaquero, El negrito bailarín y casi hora y media de
música del compositor mexicano para niños, la experiencia fue genial y lo que
eso deja en el imaginario de los niños es vital para un desarrollo integral de
su cerebro, la música es un elemento que no debiera faltar en las actividades
de los niños mexicanos, sin embargo no es así.
También espero otorgarles
a mis pequeñas el acercamiento con la naturaleza de este país, con su flora y
con su fauna, con sus paisajes memorables y sus innumerables sitios naturales
de excepcional hermosura, pero por lo pronto han tenido un verano que marcará
su personalidad y que aportará a su desarrollo un elemento que, espero como
padre, permanezca de forma indeleble en su alma, la música.